Vivir en el silencio

El amor

    * Sobre este tema: Alcoba, 31, 131-132; Cosecha, 16, 151-152; Conversando, 31-33.

 

“El silencio no es hijo del deber, sino del amor; el silencio es una obra de amor” (Posada, 42).

“El amor no siempre nos enriquece, el amor lo primero que hace es empobrecernos, lo entregamos todo. Todo ha de ser ofrecido y entregado a Dios” (Posada, 51).

“Lo primero que hacía antiguamente el ama de casa era despertarse y encender el fuego. Encender la lumbre: era un arte. Luego, durante el día era sólo mantenerlo.

En la mañana encender la conciencia de saberse amado. Después durante el día es fácil mantener encendido el fuego del amor” (Alcoba, 131).

“Nosotros, en nuestra ignorancia, ofrecemos a Dios cosas, promesas, pero en realidad la ofrenda que podemos hacer es la ofrenda de nuestro corazón, la ofrenda de nuestro ser interior […].

Un objeto, un regalo, una ofrenda, una cosa siempre se deteriora, se acaba; lo que no se acaba, lo que no se consume, lo que no tiene fin es la vida del corazón, el amor de tu corazón” (Alcoba, 159).

“La tierra está enamorada del sol, por eso gira en torno a él; nosotros también estamos enamorados de Dios y giramos en torno a esa aspiración al infinito” (Alcoba, 193).

“El agua mana por el gusto de fluir. El amor que se despierta en el hombre ama por el gusto de amar. El amor tiene que salir de nosotros como el agua de un manantial” (Conversando, 32).

“El amor que está en todo ser humano necesita ser despertado. Y para que ese amor crezca tiene […] que ser arropado, arrullado… En estas primeras horas el ser humano necesita amor. Al crecer reparte esa agua para que otros puedan apagar su sed. Necesita tener alegría de amar. Es la alegría del agua cuando se derrama sin cesar. En el alta mar de tu historia, ama” (Conversando, 33).

“Nadie os va a desarrollar la capacidad de hacer silencio. La tarea del silencio es un ejercicio para el amor” (Conversando, 57).

“Jesús elogia el estar sentado de María: ‘ha elegido la mejor parte’ (Lc 11, 42); el ego de Marta no la dejaba quieta; María no hace más que escuchar. Estar sentados es acoger. Permanecer, permanecer…, sólo permanece el Amor, dice S. Pablo (1 Co 13)” (Sementera, 115).

La paz

    * Sobre este tema: Sementera, 49; Posada, 66-68; Desde, 81-87, 101-105; Alcoba, 49-50, 219-220, 225; Cosecha, 33-35, 193-194.

Cuando Jesús entra en nuestro corazón, en nuestro templo, aparecen muchas cosas dentro de nosotros. Experimentamos un cierto desorden interior. Pero poco a poco todo se va asentando. No sé sabe cuándo, pero, con la práctica, el sosiego llega. El Reino de Dios aparece.

Se descansa bien en el vacío: cuando no sentimos nada como propio, cuando no deseamos nada, cuando desconectamos de todo.

En el centro de nuestro corazón encontramos todo descanso. Dentro hay una luz especial; no se piensa, ni se recuerda, ni se imagina; no hay hombre ni mujer, todo queda transido; sólo hay amor, entrega desinteresada.

“En realidad la paz que nos propone Jesús no es la de un tranquilizante o de un analgésico. Tampoco es la paz de una euforia o una ilusión. Es la paz esencial, en lo hondo, en lo profundo de nosotros mismos” (Desde, 81-82).

“El que mora en el silencio se vive a sí mismo, sin reservas y serenamente, pues todo lo serena el silencio. Serena la noche y el día, serena la aurora y el atardecer, serena las horas oscuras, las horas de luz y de bochorno. El silencio nos trae la paz y deja emerger la inocencia y la plenitud” (Cosecha, 26).

La confianza en la providencia

    * Sobre este tema: Alcoba, 89-90, 187, 229, 247-248; Posada, 18-19, 35-36; Sementera, 27-31.

El silencio no es la certeza que reside en la mente, sino la confianza que hallamos en el corazón. El mundo del corazón es el mundo de la confianza, no de la certeza. Uno se casa o se ordena por confianza, no por certeza.

Si estamos aquí es por la providencia.

Debemos estar confiados. Vivir sin expectativas, sino a expensas de lo que venga, de lo que haya. Como hacen los bebés.

“Estar abiertos significa dejarse mecer por la vida porque en todos los momentos está Dios y es Dios el que nos vela; es la vida la que nos mece; es Dios el que nos mece” (Desde, 95).

“La vida avanza como un río. No hay que empujarlo para que llegue antes. El río no se extingue; se funde en el inmenso océano” (Cosecha, 67).

“Donde está Dios no hay azar, ni casualidad, ni suerte. Todo es gracia” (Cosecha, 67).

“Lo nuestro es dejarnos respirar, no poner ninguna resistencia” (Alcoba, 181).

“Confianza en las manos que te han creado.

Confianza en las manos que te ofrecen descanso.

Guárdame, Señor, pues soy obra de tus manos.

Descansar en el Señor, en su bondad que es toda ternura” (Alcoba, 175).

“La oración en el huerto [cf. Mt 26, 36-46/Mc 14,32-42/Lc 22,40-46] es como nuestro silencio. Jesús tiene delante de sí la muerte. Se retira un rato y no hace otra cosa que tirarse a tierra. No para rezar muchos salmos… para aceptar […]. Era el acontecimiento de su pasión. No se escapa. Suda sangre. Es un gesto de estremecedora aceptación. Y este gesto lo podemos imitar en nuestro silencio […]. Cuando se levanta de su silencio ya es otro Jesús. De alguna manera ya ha vivido su pasión. Se ha desposado con todo. Luego viene la calma delante de Pilato, una calma que impresiona” (Conversando, 100).

“Esta aventura no la hemos comenzado nosotros, es Él quien nos ha puesto en camino y en marcha, por eso hemos de vivirla con mucha confianza. La confianza es una obra del corazón” (Posada, 35).

La felicidad

    * Sobre este tema: Desde, 38-39, 125-128, 131-136; Cosecha, 53-54.

En la sociedad se busca la felicidad. Pero en ella se considera que la felicidad consiste en encontrar fuera de nosotros lo que satisface nuestras necesidades. Pero en realidad, la felicidad se encuentra en el trato con uno mismo. “Lo que ocurre con estas ofertas de felicidad es que llevan algo engañoso: se ofrece la felicidad creando la necesidad de algo; como si no fuéramos felices por carecer de eso… ‘si usted compra un coche será más feliz’” (Desde, 132).

No carecemos de nada en el interior. Tenemos excedente.

No debemos confundir el placer que nos puede proporcionar un objeto, con la alegría que nos da una persona, con la bienaventuranza que sentimos al encontrar el Reino de Dios (cf. Desde, 167-169).

“La desembocadura en la vida es la bienaventuranza. Es ahí donde desemboca todo el camino y toda andadura” (Desde, 169).

“Alegría significa estar aligerado” (Posada, 22).

“Nuestra felicidad no está en lo que conseguimos sino en lo que realmente somos. La fuga mundi es pasar de lo que echamos en falta a lo que nunca nos ha faltado, a lo que realmente somos” (Sementera, 56).

La gratuidad

    * Sobre este tema: Sementera, 89-94, 115-117; Posada, 54.

“Orar sin ninguna expectativa para que él nos dé lo que quiera” (Sementera, 117).

“La vida hay que vivirla con el gusto de vivirla” (Sementera, 117).

“Dios todo lo da gratuitamente, por eso es un don que no se acaba.

Se agota aquello a lo que ponemos precio, pero lo gratuito es algo eterno.

Conviene no poner un precio a nuestro silencio. Es conveniente que sea un don también, un espacio gratuito. Conviene hacerlo sin condiciones, sin esperar, incluso, ninguna recompensa porque eso sería un precio y entonces se agota, se consume, se acaba” (Posada, 54).

La libertad interior

    * Sobre este tema: Posada, 31-32; Cosecha, 187-189; Conversando, 59-65;

El silencio interior no se impone, ha de vivirse en un corazón libre.

Es bueno no vivir bajo una autoridad exterior, sino desde la luz interior.

El grupo, la manada, no tolera que uno sea disidente y libre.

Jesús, nuestro maestro interior, nos incita a vivir con vida propia, sin depender de lo exterior. Sin depender de nadie.

La libertad supone romper con muchas cosas y correr con muchos riesgos: no debemos de ser como el loro que quiere la libertad, pero que, por miedo, no escapa de la jaula cuando está abierta, por no saber qué pasará con él.

Hay gente que siente horror al vacío, a la libertad, a la soledad. Pero la libertad no se puede vivir si no es con un cierto nivel de soledad. La libertad se vive en el silencio.

Estamos tan ocupados en hacer cosas que descuidamos la soledad y sin soledad no hay libertad. El silencio es la cura para nuestra liberación.

Nuestra vocación es la libertad.

Debemos darnos de baja de lo que la sociedad nos impone.

“Camina hacia ti mismo porque es una aventura maravillosa. No podemos cambiar los estímulos de fuera, lo exterior a nosotros, ni el discurrir de la historia, pero lo que sí podemos hacer es elegir nuestra propia respuesta. No podemos elegir los estímulos: que nos quieran, que nos aprecien, que nos reconozcan, pero sí nuestra respuesta ante todas las situaciones. Y esa es nuestra verdadera libertad. El silencio da a luz nuestra respuesta, nos proporciona la gracia de dar alumbramiento a una respuesta nueva y justa a esa situación o acontecimiento” (Sementera, 105).

“En cambio, dentro, dentro no hay límites, sino sólo plenitud porque es el recinto donde está Dios” (Posada, 32).

“Nos sentiríamos más libres si supiéramos que ‘el Señor sostiene mi vida’ [Sal 54,6]” (Posada, 71).

“El silencio no es popular porque existen serias dificultades para ejercerlo. La sociedad no permite que seamos uno. Es tiránica” (Conversando, 64).

“Sería pasar de acoplarnos a un estilo, a un modelo, para incorporarnos a un mundo donde las formas se han superado” (Sementera, 54).

“No dependas de nada, sólo de ti. Sólo de dentro. Lo de fuera enloquece y aniquila. Lo de dentro enamora.

Allá en los latidos del corazón se sienten y se dan los latidos de Dios, del cosmos, y no se hecha en falta nada. No hay ausencia de nada y hay plenitud de todo” (Cosecha, 156).