Jue
18
Dic
2014

Evangelio del día

Tercera semana de Adviento

El Señor, nuestra justicia

Primera lectura

Lectura del libro de Jeremías 23, 5-8

Mirad que llegan días —oráculo del Señor—
en que daré a David un vástago legítimo:
reinará como monarca prudente,
con justicia y derecho en la tierra.
En sus días se salvará Judá,
Israel habitará seguro.
Y le pondrán este nombre:
«El-Señor-nuestra-justicia».
Así que llegan días —oráculo del Señor— en que ya no se dirá: «Lo juro por el Señor, que sacó a los hijos de Israel de Egipto», sino: «Lo juro por el Señor, que sacó a la casa de Israel del país del norte y de los países por donde los dispersó, y los trajo para que habitaran en su propia tierra».

Salmo de hoy

Salmo 71, 1-2. 12-13. 18-19 R/. En sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente

Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud. R/.

Él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres. R/.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
el único que hace maravillas;
bendito por siempre su nombre glorioso;
que su gloria llene la tierra.
¡Amén, amén! R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 1, 18-24

La generación de Jesucristo fue de esta manera:
María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:
«José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados».
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que habla dicho el Señor por medio del profeta:
«Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo
y le pondrán por nombre Emmanuel,
que significa “Dios-con-nosotros”».
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer.

Reflexión del Evangelio de hoy

  • La promesa se concreta: “El Señor, nuestra justicia”

Jeremías, el profeta recordado muchas veces por sus “lamentaciones”, aparece en este camino del adviento para traer a nuestras mentes y nuestros corazones una palabra de salvación. Anuncia, de parte del Señor, la llegada de alguien que hará justicia y derecho, y permitirá que el pueblo pueda vivir seguro. Si es su tiempo esa palabra era difícil de creer, la realidad actual de nuestro mundo parece que la convierte en una quimera inalcanzable.

¿Qué certeza habitaba el corazón del profeta para manifestarse con tal seguridad? La respuesta nos la ofrece de inmediato: Dios es FIEL. El Señor no es sólo el que les salvó de la esclavitud de Egipto. Aquel gran acontecimiento que Israel recuerda y celebra en la Pascua, es el símbolo de una salvación que acontece en todo momento. Y Jeremías deja muy clara esta experiencia de quién es Dios, anunciando sin ninguna clase de duda la intervención salvadora de Dios, que permitirá regresar a la tierra y habitar los propios campos.

Y esa noticia sigue vigente hoy, para nuestra sociedad y para cada uno de nosotros. El reto que nos plantea es si estamos dispuestos a acoger en lo profundo de nosotros mismos (y no en la cabeza, que ya tenemos suficientemente llena de ideas) esa salvación que se nos anuncia y “regala”, convirtiéndonos así en testigos e instrumentos de la presencia de Dios en toda realidad.

  • La intervención del Señor abre nuevos horizontes

Habría que comenzar reconociendo que el relato que Mateo hace del nacimiento de Jesús suscita muchas más preguntas que respuestas ofrece. El destino de María, embarazada antes de vivir con José, podía ser la lapidación. Para evitarlo, entra en escena José, definido como hombre justo. Mateo nos relata su decisión de repudiarla en secreto, porque no quería denunciarla.

La primera cuestión que uno puede preguntarse es cómo podría mantenerse en secreto un repudio hace más de veinte siglos en un pueblecito de Galilea en que todos se conocían. Pero para el evangelista da la impresión de que estas cuestiones no tienen importancia. Lo que realmente necesita explicar a su comunidad es que en el nacimiento de Jesús se cumplió todo cuanto estaba previsto en las Escrituras.

Y como José, a pesar de su bondad y rectitud no lo iba a poner fácil, se convierte en la figura central de este pequeño relato.

Todo nos puede parecer un poco anecdótico y “naif”, pero José aparece aquí como una de las grandes figuras de la fe, ante el que podemos contrastar nuestras actitudes. Porque José es bueno, ha reflexionado, quiere hacer las cosas bien, no desea el mal para María… y con todas esas condiciones previas (que ya quisiéramos para nosotros muchas veces) ha tomado una decisión que le parece la única posible y digna.

Pero el Señor tiene otros planes y plantea a José una solución que él no contemplaba y que seguramente no compartía previamente. Sin embargo amplía su mirada, ensancha sus horizontes, se fía de Dios. Su actitud de apertura hizo posible la presencia del Señor Jesús con nosotros.

Ojalá podamos ir entendiendo que nuestros planteamientos, aún los más serios, pensados y preciosos, pueden no responder a lo que el Señor está esperando de nosotros en un momento determinado, y mantengamos todo nuestro ser abierto a la posibilidad de cambiar nuestras posiciones, actitudes, planteamientos…