Dom
2
Oct
2016

Homilía XXVII Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2015 - 2016 - (Ciclo C)

Auméntanos la fe

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • “Hasta cuando clamaré, Señor, sin que me escuches”

El profetismo fue importante para mantener la esperanza del pueblo en el Dios de la misericordia y la paciencia. El Dios de Israel las tuvo constantemente con el pueblo escogido. Históricamente Israel paga sus infidelidades a la Alianza por ir “detrás de otros dioses”. Los pueblos que invaden la viña del Señor son los instrumentos de los que se sirve Yavé para hacer comprender al pueblo su alejamiento de la Alianza. Habacuc, en el fragmento que leemos en este domingo, no habla al pueblo. Habla directamente al Señor y le pide explicaciones por la sordera que demuestra ante los desmanes que contemplan sus ojos.

Con frecuencia en nuestras vidas tenemos esta actitud ante el Señor.. La humanidad cada vez se aleja más de Dios. Lo trascendente ya no cuenta para el hombre de hoy. El secularismo galopante lo invade todo y a Dios ya no le sentimos necesario. Ante esta situación, los que queremos seguir a Jesús y que “venga a nosotros su Reino”, con frecuencia también sale de nuestro interior esta queja: “Hasta cuando clamaré, Señor, sin que me escuches”.

  • “El justo vivirá por su fe”

Apreciamos entre nosotros un grito unánime de los que piden pan, dignidad, consuelo, en definitiva, que se haga justicia a los más oprimidos. Habacuc es un profeta en tiempo de miseria y desolación, por eso resuena hoy en nuestros oídos el aviso de que si la religión la convertimos en un ídolo, en una “cueva de ladrones”, ese ídolo no nos puede salvar. Lo dice bien claro: “El justo vivirá por su fe”, es decir, la vida del justo depende de en quien ha puesto su confianza. Esta confianza transforma su vida y puede experimentar que nada hay imposible, todo se afronta con seguridad. Así es como este modo de vivir la fe consigue algo más grande que mover montañas. Transforma el corazón y lo dilata hasta hacer presente al Espíritu Santo. Para los cristianos que viven así su fe, el mundo es Cristo Jesús; Él es el centro en que convergen y toman criterio y fuerza nuestros pensamientos, acciones y deseos.

  • “Auméntanos la fe”

Por lo dicho anteriormente, descubrimos que la fe es un don de Dios que hemos de pedir constantemente para nosotros y para los demás. Tenemos que hacer nuestro el ruego de los apóstoles a Jesús: “Auméntanos la fe”. No se trata de “cantidad, sino de calidad”. Esa fe que como, nos dirá San Pablo, es para nosotros un “precioso depósito”. Así es como la fe nos ayuda a dar sentido a nuestra vida y a tomar postura ante los acontecimientos que nos rodean. Es una verdadera fe, grande o pequeña, pero comprometida no solo un rato, sino en todo momento y circunstancia de nuestra vida, en casa, en el trabajo, en la calle, en los momentos a legres o en los momentos de dificultad y tristeza. Es la fe que no nos aísla del mundo que nos toca vivir, sino que nos ayuda de una manera comprometida a realizar el proyecto de Dios, porque el creyente vive en la fe y en el amor a Jesucristo.

  • “Somos unos pobres siervos”

La fe no es un acto ni una serie de actos, sino una actitud personal fundamental y total que influye en toda nuestra existencia. Dios es el que hace que sea posible esa actitud. No podemos atribuirnos ningún mérito ante Dios. No se trata de tener a Dios a nuestro servicio, sino que hemos de ponernos nosotros plenamente al servicio de Dios con humildad: “Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”. Así es como viviremos la fe como algo recibido gratuitamente de Dios y como algo que nos ayuda a no robar la gloria de Dios con nuestro actuar. “Reavivaremos el don de Dios”, No nos avergonzaremos de “dar testimonio de nuestro Señor” y de “tomar parte en los duros trabajos del Evangelio”. Así es como iremos construyendo un mundo mejor donde aparezca por todas parte el Reino de Dios”.

La celebración de la Eucaristía es para nosotros el encuentro con el Señor y los hermanos para poder vivir la fe y alimentarla con la Palabra de Dios. Así es como el don de la Fe crecerá en nosotros con una calidad que nos impulsará a dar testimonio de ella, allí donde a cada uno nos toca vivir.