Dom
28
Ago
2016

Homilía XXII Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2015 - 2016 - (Ciclo C)

Dios revela sus secretos a los humildes

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

Lucas, el autor del evangelio que hoy comentamos, recoge cuidadosamente los hechos de la vida de Jesús de Nazaret trasmitidos por testigos oculares, y nos ofrece ordenadamente el contenido del mensaje cristiano. Lógicamente los primeros capítulos nos hablan del anuncio del Reino, del compromiso personal y de la predicación de Jesús llamando a la conversión. Es el núcleo central del Evangelio, a continuación recoge hechos y enseñanzas de Jesús dirigidos a sus oyentes con la intención de formar actitudes básicas de sus seguidores disposiciones personales que son una ayuda para comprender el mensaje. Son virtudes de menor calibre, (pues también en las virtudes cristianas hay una jerarquía), pero necesarias para conformar la identificación con Cristo.

El texto del evangelio de hoy, a propósito de un banquete en el que los invitados buscaban los primeros puestos, da pie a Jesús para hablar de la humildad.

  • “Entró Jesus un sábado en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando.”

Hoy vemos a Jesús compartiendo un banquete, invitado por un fariseo. Muchas veces el evangelio nos muestra la humanidad de Jesús, asistiendo a comidas ofrecidas por amigos y seguidores de su mensaje. También acude a otros convites “más hostiles”, pues no rechazó aquellas invitaciones que por curiosidad o por tenderle una trampa le hacían los escribas, fariseos o publicanos, oponentes y enemigos de su mensaje. Jesús participaba con gusto en comidas y banquetes, no era un asceta como Juan el Bautista, sentía la alegría de poder ofrecer su amistad y su mensaje de salvación a todos aquellos que le buscaban con sinceridad. Recordemos el caso de Zaqueo, el recaudador de impuestos, que era un corrupto pero se convierte y devuelve el dinero ganado injustamente y al renacer a una vida nueva Jesús le dice que hay que celebrarlo en torno a la mesa.
En el evangelio que hoy comentamos, Jesús es invitado por un fariseo y aprovecha la ocasión para “proponer” a los invitados el lugar que deben elegir al sentarse a la mesa; la actitud del invitado ha de ser la humildad. También hay una segunda parte en el texto dedicada al que invita que veremos luego. En las dos partes de este relato evangélico hay una resonancia del gran mensaje cristiano, la fraternidad, el amor al prójimo. Estamos ante el banquete del amor, el “ágape griego”, pero ahora abierto a todos, preferentemente a los más necesitados.

  • “Cuando te inviten a una boda no te sientes en el puesto principal. Al revés cuando te conviden ve a sentarte en el último puesto…”

Es normal ver, hoy día también en cualquier evento, que los invitados al llegar van eligiendo los primeros puestos, la mejor posición. El evangelio nos dice en cambio que nos sentemos en el último lugar. Al leer esta parte del texto sagrado nos puede parecer una anécdota o un detalle sin importante, quizás alguno lo interprete como una simple norma de buena conducta o como una norma de etiqueta. Sin embargo no es así, este hecho aparentemente trivial tiene un calado más profundo porque nos introduce en algo básico para la vida cristiana, como es la humildad. Una virtud difícil de entender porque va en contra de apetencias y deseos propios muy básicos, como son el egocentrismo y el protagonismo. Tenemos que a admitir que hoy no está de moda en esta sociedad tan competitiva y prepotente el ser humilde, es más se nos educa para triunfar, e incluso para el éxito fácil sin esfuerzo. Vivimos inmersos en un culto a la personalidad, un centramiento exagerado en el “sí mismo” que hace del “otro” un simple objeto que cuenta muy poco o nada.

En el cristiano al hablar de humildad resuenan en seguida las palabras de Jesús diciendo: “El que quiera ganar la vida la perderá, pero el que está dispuesto a perderla por mi causa la ganará”. Perder para ganar, esta es la disposición última del que ha entendido la necesidad de hacerse pequeño para entender el mensaje cristiano. No es la negación del Yo, ni va en contra de la necesidad que tiene cada ser humano de formarse y enriquecer su personalidad siendo así cada vez más valioso para la comunidad a través de su esfuerzo. La autoestima es un valor pedagógico porque es bueno reconocer los propios valores; la humildad no niega la autoestima, la enriquece, la completa, pues nos hace conscientes de que todo proviene de Dios, que dependemos de Él y todo lo que somos se sustenta en ese lazo invisible pero real con nuestro creador, porque todo se nos ha dado. El humilde toma consciencia de su valor y de su pequeñez ante la obra divina. En consecuencia la humildad ayuda a aceptar los planes de Dios sobre nosotros, y estar dispuestos a servir, sobre todo a los más necesitados.

El mensaje evangélico de hoy se completa diciendo que cuando venga el que te invitó te dirá, “amigo sube más arriba”. Es la recompensa ante la postura de la persona discreta y humilde. Porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido, así termina la primera parte de este relato.

  • “Cuando des una comida o una cena invita a aquellos que no pueden pagarte, te pagaran cuando resuciten los justos.”

La segunda parte de este relato es también un consejo dirigido a aquellos que organizan una comida (dar alimento, en todos los sentidos). “Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos o a tus parientes ni a los vecinos ricos porque corresponderán invitándote y quedarás pagado. Invita a pobres lisiados y ciegos; dichoso tú porque no pueden pagarte, te pagarán cuando resuciten los justos.”

La conducta de los que invitan a un banquete esperando algún beneficio ha sido siempre así y sigue siéndolo, doy algo para que me des algo, te invito para que después me invites tú. Pero Jesús pide algo más a sus seguidores, pide un cambio de mentalidad que consiste en la gratuidad del amor desinteresado, tal como él lo practicó en su vida y predicó cuando señalaba las bases del Reino de Dios, que había que construir. Este es el contraste y el escándalo para muchos cuando no entienden que imitar al Maestro es poner nuestra mesa a disposición del necesitado, pobres, cojos, mancos o ciegos, ya que El se despojó de su rango, como señala Pablo el apóstol converso, y se hizo el último y el servidor de todos.

Al final de este texto, como de pasada, hay una referencia a la recompensa que debemos de esperar al final de la vida. Dice así, “te pagarán cuando resuciten los justos”. De una forma más explícita y detallada, encontramos esta misma idea en el evangelio de San Mateo en ese pasaje tan conocido del juicio final. Que podríamos resumir diciendo que, la salvación será para aquellos que en su vida han prestado atención a las necesidades y carencias ajenas. Siendo significativo para los seguidores de Cristo la afirmación según la cual el Juez Supremo se identifica con los necesitados, pues al socorrer a aquellos que tienen hambre o sed o son extranjeros o están desnudos, en la cárcel o enfermos conmigo lo hicisteis. (Mat.25, 31-46).