Sáb
4
Abr
2015

Homilía Vigilia Pascual

Año litúrgico 2014 - 2015 - (Ciclo B)

Yo soy la luz del mundo

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

Las lecturas del Antiguo Testamento están orientadas al anuncio de la resurrección de Jesús que proclama la página del Evangelio, y que representa el hecho inaudito en toda la historia de la salvación. No se trata de hechos puntuales, históricos, sino más bien de la repercusión, de la implicación que tales hechos tienen para nosotros, de manera singular la resurrección del Señor.

  • “Por el bautismo nos incorporamos a Cristo”

Podríamos decir que la vida de Jesús y la nuestra hubieran sido vidas paralelas, sin relación entre ellas: Jesucristo habría podido recorrer su camino y nosotros el nuestro. Pero la realidad no ha sido de esta manera, sino que a nosotros se nos concede la gracia de entrar, de participar en la vida de Jesucristo y de hacer nuestra la realidad de su vida.

Esto es lo que anuncia la carta a los Romanos, hablando del bautismo, gracias al cual hemos sido incorporados a Jesucristo y participamos realmente de su vida, de modo que todo lo que es Jesucristo llega a ser también nuestro. Por más acostumbrados que estemos a oír estas cosas, tendríamos que pararnos a contemplar la inefable realidad que nos es dado vivir: participamos realmente de la vida divina, trinitaria, gracias a Jesucristo, que se ha encarnado por nosotros, ha vivido por nosotros, ha muerto por nosotros y ha resucitado para nosotros.

  • “Consideraos vivos para Dios en Cristo Jesús”

La experiencia de nuestra vida humana es la de la limitación, del dolor, del sufrimiento, de la muerte. Esta realidad humana es asumida por la verdadera realidad de nuestro ser, pues gracias a la resurrección de Jesucristo entramos en una nueva dimensión, se nos abren las puertas de la vida eterna, dejando atrás las limitaciones propias de nuestra existencia humana.

Tenemos que aceptar la vida nueva que nos ofrece Jesucristo con su resurrección, de modo que podamos vivir nuestra vida humana orientada definitivamente a la vida de Dios. Desde esta perspectiva, es decir, desde la fe, nuestra vida humana adquiere nuevo sentido, más allá de lo puramente material, precisamente porque vivimos la vida de Dios.

  • “Id a decir…”

Los discípulos de Jesús asumimos la misión que recibieron las mujeres en el primer domingo de la historia: anunciar que Jesús ha resucitado. Ahora bien, tal anuncio no consiste en pronunciar palabras sino en transmitir la experiencia vivida, la experiencia que consiste en el encuentro con Jesús resucitado, vivo. Así es como el Señor nos espera siempre en la Eucaristía.