Dom
5
Oct
2014

Homilía XXVII Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2013 - 2014 - (Ciclo A)

Es el Señor quien lo ha hecho

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

“Escuchad”.

El auditorio es concreto y preciso: los poderes religiosos (sumos sacerdotes) y los poderes políticos (los senadores) de Israel. Hoy ese auditorio es distinto y, al mismo tiempo, parecido. Son los sistemas económicos y financieros, las luchas por el poder político, o las dictaduras de las ideologías, las que imponen los caminos y hasta los valores. Las tres tienen las mismas cartas credenciales: la ambición, la mentira, la falsa justificación y la corrupción. Ambición y corrupción se dan la mano en la actitud de los viñadores homicidas.Todo ello es fuente de procesos deshumanizantes que abren heridas en tantos rostros humanos: la pobreza, las injusticias, las marginaciones…. Presencias del dolor y del sufrimiento, causados por los poderosos de turno… La persona humana no cuenta, se convierte en un objeto sin valor ante las ambiciones de otros. Los viñadores homicidas son la presencia de toda ambición y codicia: se quieren quedar con la viña, con aquello que no les pertenece. Y lo hacen de un modo cruel: maltrataron, apedrearon, mataron.

  • 1. La solicitud paciente y amorosa de Dios “a pesar de”.

San Mateo utiliza cinco verbos para mostrar la solicitud paciente y amorosa de Dios por su viña, por su creación y sus criaturas: plantó, rodeó, cavó, construyó, arrendó. ¿Qué más pude hacer por mi viña? Dios no abandona la obra de sus manos. “A pesar del” rechazo continúa amando a su viña y envía a otros mensajeros; “a pesar” de la oposición a sus planes se hace presente en el ministerio profético (“han matado a los profetas”, afirma Nehemías); “a pesar de” rechazar la misión del Hijo, el Padre continúa manifestando su misericordia. Eso sí, quitará el Reino de Dios a los ambiciosos, corruptos e injustos (sumos sacerdotes y senadores), y lo pondrá en las manos de quienes se comprometan a asumir en la vida su proyecto creacional y salvífico.

  • 2. La negación de la propia identidad.

Los viñadores olvidan las señas de su propia identidad: son arrendatarios, no dueños de la viña. Este es el drama más profundo de nuestra cultura actual. La criatura ambiciona el papel de creador. Niega su identidad. Pablo VI lo afirmaba de esta manera tan rotunda: “La religión del Dios que se hace hombre está siendo sustituida por la religión del hombre que se hace Dios”. Es la tentación de origen: “Seréis como dioses”. El progreso científico-técnico nos invita a creer que el hombre se basta por sí mismo; no necesita a Dios. Pero esta criatura con ambiciones de Creador, ¿ha solucionado la incógnita de la muerte?, ¿ha puesto fin al dolor y al sufrimiento?, ¿ha desterrado para siempre la pobreza y las injusticias?, ¿ha roto las cadenas de las esclavitudes modernas? Más bien, ha originado nuevos problemas, incapaz de devolver la dignidad a todo ser humano.

  • 3. La oposición a la novedad.

Los enviados por el amo de la viña son el símbolo de la novedad, de lo nuevo. Esa gran novedad, aportada por Cristo Jesús, es el Reino de Dios. Los mandatarios de Israel no aceptan que se desmonten sus posiciones y privilegios. Por eso rechazan la novedad que aportan los enviados. ¿La reacción? El maltrato, el apedreamiento y el homicidio. Los tres signos de muerte. Esa actitud nos habla de que algunos no quieren la vida para todos, apoya las discriminaciones sociales, favorece las exclusiones de los que no cuentan. Cerrarse a la novedad del Evangelio que aporta y personifica Cristo Jesús equivale a abrir las puertas a todo tipo de manipulaciones en detrimento de la dignidad de todos.

Los seguidores de Cristo y de su Evangelio estamos llamados a ser “sacramento” de la solicitud amorosa del Padre; convocados a proclamar la dignidad de las criaturas sin suplantar al Creador; receptores de una novedad que ilumina los senderos de la humanidad. La Iglesia debe ser profecía encarnada del proyecto de Dios, denunciando, sin paliativos, como lo hace la parábola, a los propagadores de muerte y de exclusión. Sin Dios, toda injustita es posible.