La espiritualidad en la Europa carolingia y las influencias germánicas

Descubre la espiritualidad en la Europa carolingia y cómo la influencia germánica y el culto a María y los santos marcaron la época.


Con la caída del Imperio Romano y las invasiones de los pueblos germanos, el cristianismo tuvo que hacer un esfuerzo para adaptarse a la cultura de estos pueblos. Pues bien, cuando el Imperio Carolingio, que era de cultura germánica, se hizo con el poder político y eclesiástico de buena parte de Europa, la «germanización» del cristianismo occidental se hizo aún más patente. Y donde más se notó fue en la espiritualidad del pueblo fiel.

Culto a Jesucristo Pantocrátor y guerrero: la imagen germánica de Jesús

La imagen de Jesús seguía siendo la del Pantocrátor, el Todopoderoso. Pero en la época carolingia adquirió un cariz altivo y batallador, pues los germanos eran un pueblo guerrero. A sus monarcas les gustaba mostrar su poder ante sus súbditos y buscaban parecerse al Dios que éstos adoraban.

Por ello propiciaron que se trasmitiese una imagen de Jesús como supremo rey guerrero, algo semejante a la que Dios tiene en muchos textos del Antiguo Testamento, en los que se habla del «Señor de los ejércitos» que ordena a sus tropas aniquilar a los enemigos. Veamos un ejemplo tomado del libro de Josué:

«Entonces el pueblo lanzó un fuerte grito y se tocaron las trompetas. Al oír el sonido de las trompetas, el pueblo prorrumpió en un griterío ensordecedor, y el muro se desplomó sobre sí mismo. En seguida el pueblo acometió contra la ciudad [de Jericó], cada uno contra lo que tenía adelante, y la tomaron. Luego consagraron al exterminio todo lo que había en ella, pasando al filo de la espada a hombres y mujeres, niños y ancianos, vacas, ovejas y asnos» (Jos 6,20-21).

Desgraciadamente, textos como éste influyeron mucho en la forma de guerrear en Europa occidental, y se hizo especialmente patente en las cruzadas (1095-1291). Por el contrario, al pueblo fiel apenas se le hablaba de los rasgos humanos, humildes y sufrientes del Jesús de los evangelios, pues no encajaban con la mentalidad germánica.

El beato de Liébana

La imagen señorial de Jesús se potenció en España debido a que hay una corriente cristiana afincada en Toledo –que estaba bajo el poder musulmán– que, buscando aunar su fe con la musulmana, negaba la divinidad de Jesús.

Para luchar contra esta herejía, un monje de una abadía del norte de España, el Beato de Liébana (ca. 701-798), escribió y hizo pintar bellamente un libro que mostraba muy claramente la imagen de Cristo acorde con la espiritualidad cristiana de la época. Este monje se limitó a comentar el libro del Apocalipsis, en el que Jesús aparece resucitado en el Cielo rodeado de gloria y majestad, o como un rey que, cabalgando, somete a todos los pueblos:

«Entonces vi el cielo abierto, y había un caballo blanco: el que lo monta se llama “Fiel” y “Veraz”; y juzga y combate con justicia. Sus ojos, llama de fuego; sobre su cabeza, muchas diademas; lleva escrito un nombre que sólo Él conoce; viste un manto empapado en sangre y su nombre es: “La Palabra de Dios”. Y los ejércitos del cielo, vestidos de lino blanco puro, le seguían sobre caballos blancos. De su boca sale una espada afilada para herir con ella a los paganos; Él los regirá con cetro de hierro; Él pisa el lagar del vino de la furiosa cólera de Dios, el Todopoderoso. Lleva escrito un nombre en su manto y en su muslo: “Rey de Reyes y Señor de Señores”» (Ap 19,11-16).

Este libro fue profusamente copiado y tuvo una gran difusión por toda Europa occidental, influyendo en la espiritualidad y el arte religioso durante varios siglos. A las copias que aún se conservan de este libro se las llama beatos.

¿Por qué surgió la imagen de "Santiago Matamoros"?

En España, además, surgió la imagen de «Santiago Matamoros», fruto de una supuesta visión que tuvo un caballero español en la batalla de Clavijo (844). Este caballero dijo haber visto en medio del fragor de la batalla al apóstol Santiago cabalgando mientras mataba con su espada a los enemigos musulmanes. Esta imagen se reprodujo profusamente en escultura o pintura en las iglesias de la España cristiana para infundir ánimo al pueblo fiel frente al peligro musulmán.

Actualmente aún se pueden ver estas imágenes en algunas iglesias españolas, aunque muchas las han retirado, pues ahora resulta incongruente mostrar a un santo cabalgando y blandiendo una espada, mientras su caballo pisotea con saña a unas personas: los guerreros musulmanes.

¿Cómo se adaptó el cristianismo a la cultura de los pueblos germanos?

Además, durante este periodo, en la liturgia se introdujeron elementos de religiosidad germana y celta. Asimismo, las celebraciones litúrgicas y la oración comunitaria se ritualizaron enormemente, siguiendo el ejemplo de las fastuosas ceremonias de la corte de Aquisgrán. Algunos de estos elementos añadidos fueron más tarde eliminados. Otros aún perviven en la liturgia.

Pero la germanización de la espiritualidad se vio reflejada sobre todo en el tipo de relación que se establecía entre el creyente y Dios. Hemos visto lo importante que era en el ambiente germano la relación de fidelidad entre un súbdito y su señor. Pues bien, esta relación se hizo extensiva a la que mantenía dicho súbdito con Dios, la cual tenía su principal modelo en el Antiguo Testamento, donde Dios establece con el pueblo de Israel una Alianza que pide una fidelidad recíproca por ambas partes. Esta relación de fidelidad fue extensible a la que mantenía el creyente con María o con un santo.

¿Cómo se desarrolló el culto a María y a los santos?

En la espiritualidad cristiana el culto a los santos siguió siendo muy importante. Ante el alejamiento y entronización de la imagen de Jesús, la gente buscaba a santos que pudiesen interceder ante Él en la «corte celestial». Asimismo, el pueblo fiel encontraba en ellos la humildad y dulzura que no mostraba la imagen germánica de Jesús.

En el periodo carolingio el culto a María experimentó un cambio sustancial, pues a ella se la daba una imagen que resaltaba individualmente sobre todos los santos, con rasgos de reina celestial. Debido a ello, es en este periodo cuando el culto a María comenzó a tomar fuerza. A partir de esta época la figura de María fue ocupando un lugar cada vez más importante en los tiempos, los espacios, las personas y las instituciones de la Cristiandad occidental.

Con el paso de los siglos, la liturgia se fue enriqueciendo de elementos marianos, la piedad popular tuvo cada vez más a María como figura fundamental –conduciéndonos a su Hijo–, los teólogos se preocupaban de dar razón de ella, los artistas plasmaban su imagen en magníficas obras de arte, hubo monasterios, parroquias y catedrales que se pusieron bajo una advocación mariana, muchas familias aristocráticas tomaron a María como protectora y los santuarios marianos proliferaron. Continuaremos viendo esta eclosión de la espiritualidad mariana.

¿Qué elementos paganos se incorporaron?

Dado que se promovió poco la espiritualidad evangélica entre el pueblo fiel y, por el contrario, éste estaba muy influenciado por la religiosidad de los germanos, celtas y otros pueblos, la espiritualidad cristiana tomó elementos paganos. Es importante tener en cuenta la visión cósmica de la realidad que tenían aquellos pueblos. Según su mentalidad, Dios actúa por medio de la naturaleza de forma «mágica»

Las Ordalías o juicios de Dios

Tan convencidos estaban de ello, que para hacer justicia recurrían –supuestamente– a Dios para dilucidar la inocencia de los reos por medio de los llamados juicios de Dios u ordalías. Éstos consistían, por ejemplo, en hacer meter a un presunto ladrón la mano en una hoya con agua hirviendo, de tal forma que, si Dios dejaba que se quemase, es porque era culpable. Es decir, se suponía que Dios comunicaba su parecer por medio de un elemento de la naturaleza. En el caso del ejemplo: por medio del agua hirviendo.

Supersticiones germánicas: la mala suerte y los "seres" de la naturaleza

También eran supersticiosos: por lo general, su fe se sostenía demasiado en el miedo a la «mala suerte» y al castigo divino. Según su mentalidad, el «buen cristiano» debía hacer muchas y buenas ofrendas a Dios para tenerlo contento. Pensaban que así Dios les premiaría con «buena suerte» o con aquello que le habían pedido.

Las ofrendas consistían, por ejemplo, en oír Misa, rezar mucho, dar una fuerte suma de dinero a un monasterio o peregrinar a un lugar lejano. Este modo de vivir la fe buscando «complacer» a Dios tuvo un claro ejemplo en la famosa penitencia tarifaria, que consistía en que el sacerdote, en el sacramento de la Reconciliación, ponía la penitencia siguiendo unas «tarifas» estipuladas. En cierto modo, estas tarifas establecían lo que el penitente debía «pagar» a Dios para ser perdonado.

Asimismo, el pueblo fiel creía en la existencia de supuestos «espíritus» y «seres» que habitaban la naturaleza, como duendes, hadas o elfos. Se pensaba que hay lugares «encantados» donde podía pasar cualquier cosa. En definitiva, aunque hubo ciertamente creyentes que tuvieron una profunda experiencia de Dios e intentaron seguir fielmente el Evangelio, se generalizó en exceso una espiritualidad externa y superficial, que ordinariamente no buscaba a Dios en el interior del corazón.

¿Cuál fue el papel del monacato benedictino y las peregrinaciones?

Afortunadamente, esta decadencia espiritual se vio paliada en cierta medida por el monacato benedictino, cuya espiritualidad era esencialmente evangélica. Así, por ejemplo, éste potenció un valioso ejercicio espiritual: las peregrinaciones a santuarios. En efecto, debido a que el monacato benedictino estaba sujeto a la «estabilidad», las peregrinaciones pasaron de ser erráticas, como lo eran las que promovían los monjes celtas, a dirigirse a lugares fijos, que eran generalmente santuarios.

A ellos se acudía para pedir algo importante o para cumplir la penitencia impuesta por un sacerdote en el sacramento de la Reconciliación. Pero la experiencia espiritual de una peregrinación se vive sobre todo en la misma ruta:

  • mientras el peregrino camina físicamente hacia el santuario pasando por multitud de gozos y sufrimientos,
  • su alma camina espiritualmente hacia Dios venciendo aquello que le aleja de Él.

Las monjas y monjes benedictinos establecieron monasterios en las principales rutas de peregrinación con el fin de ayudar física y espiritualmente a los peregrinos. Por fortuna, este especial ejercicio espiritual vuelve a estar en auge actualmente en Europa occidental.

Autores de espiritualidad

Estos siglos destacan por la escasez de escritores y, por tanto, de autores espirituales. Podemos subrayar a tres: san Juan Damasceno (ca. 675-749) y san Beda el Venerable (673-735), que ya hemos citado, y Juan Escoto Eriúgena (ca. 810-877), que formó parte de los intelectuales de la corte carolingia.