Hasta el Concilio Vaticano II / siglos XIX y XX

En la Edad Contemporánea se ponen las bases del sistema socio político actual. Pero el cambio fue duro y tumultuoso, y la que más lo padeció fue la Iglesia


Entramos en la Edad Contemporánea, que tiene su inicio con la independencia de Estados Unidos y la Revolución Francesa, las cuales ponen las bases del sistema sociopolítico actual. Pero el cambio fue duro y tumultuoso, y la que más lo padeció fue la Iglesia, que perdió su poder terreno, y fue atacada fuertemente por los partidos liberales y comunistas.

A pesar de todo, salió adelante, y en buena medida lo hizo gracias a la piedad popular de los fieles cristianos, a la heroica labor del clero secular y los Institutos religiosos y, sobre todo, al Espíritu de Dios, que sabe estar en su sitio en los momentos de tempestad.

¿Cómo fue la edad contemporánea?

En el siglo XVIII ciertos sectores de la Ilustración comenzaron a ver el sistema monárquico como irrazonable y desfasado, y propugnaban otro en el que imperase la voluntad de los ciudadanos. Además, la burguesía, potenciada por la Revolución Industrial –nacida a mediados de siglo en Gran Bretaña, y difundida por Centroeuropa y Estados Unidos–, veía injusto que el poder estuviese en manos de los aristócratas, por lo que presionó para que fuese la economía el eje vertebrador de la sociedad. Como vemos, se estaba fraguando el actual sistema de democracia capitalista, en el que la burguesía es la clase imperante, desplazando totalmente a la aristocracia y a la Iglesia.

La chispa del cambio se produjo con el estallido de la Revolución Francesa, en 1789. Comenzó entonces el «periodo revolucionario» que finalizó en 1815 con el ocaso de Napoleón Bonaparte (1769-1821), tras haber extendido las ideas revolucionarias por toda Europa. A este periodo le siguieron en varios países de Europa diversos gobiernos liberales que continuaron, en cierta medida, con la línea marcada por la Revolución Francesa.

Poco antes, en 1775, las colonias británicas en América habían iniciado también su «revolución» con la guerra de independencia contra la monarquía inglesa. Este movimiento se extendió por toda América en las colonias españolas y portuguesas, en las que la burguesía se alzó en armas y también logró la independencia. Ciertamente, todo esto provocó un cambio drástico e irreversible, que no sólo afectó al poder político, sino también a la mentalidad del pueblo fiel.

¿Qué papel tenía la Iglesia en la sociedad?

La Iglesia fue la más afectada, pues perdió buena parte de su poder político, social y económico, ya que la Revolución Francesa y los posteriores gobiernos liberales le quitaron sus privilegios y desamortizaron sus posesiones. A nivel civil, los obispos pasaron a ser simples ciudadanos.

Pero lo más importante es que la Revolución Francesa también intentó arrebatar a la Iglesia los valores cristianos, pues tomó para sí los ideales de «libertad, igualdad y fraternidad», e intentó mostrar a la Iglesia de cara al pueblo como un «poder opresor». Tomó así fuerza el anticlericalismo que se expresó políticamente mediante la expulsión o suspensión de las Órdenes religiosas, la desamortización y expropiación de propiedades eclesiales y la puesta en marcha de múltiples cortapisas, cuyo fin era impedir que los sacerdotes y religiosos pudiesen desempeñar su labor pastoral.

Si desde la cristianización del Imperio Romano la Iglesia había ido marcando las pautas morales al poder civil, ahora cambiaban radicalmente las cosas: a partir de este momento tuvo que competir con el poder civil para infundir buenos valores entre el pueblo fiel, pues la Revolución separó totalmente a la Iglesia del Estado, de tal forma que, a nivel civil, la moral cristiana fue reemplazada por las leyes del Estado, que estaban sujetas a una ética de base filosófica. El resultado fue que el pueblo fiel comenzó a confundir lo moralmente bueno –según la Iglesia– con lo legalmente correcto –según las leyes civiles–.

Ahora el poder civil ya no tenía ninguna relación con lo sagrado. Así, por ejemplo, si antiguamente la aristocracia defendía la idea de que es Dios quien le ha otorgado su posición, en los nuevos Estados posrevolucionarios las leyes afirmaban que la soberanía proviene del pueblo. Además, poco a poco los Estados intentaron asumir la labor educativa y caritativa que hasta entonces estaba en manos de la Iglesia, de tal forma que comenzaron a constituirse la enseñanza y la sanidad públicas, aunque fue en la segunda mitad del siglo XX cuando éstas llegaron realmente a toda la población.

¿Cómo afectó la secularización a la Iglesia?

El resultado de todo esto fue la secularización, es decir, lo religioso fue perdiendo presencia pública en el ámbito social y fue quedando relegado al ámbito privado de cada persona. También tomaron fuerza el ateísmo, que rechaza la existencia de Dios, y el agnosticismo, que se muestra indiferente ante lo religioso. Estos tres fenómenos han ido en aumento hasta la actualidad.

En los siglos XIX y XX surgieron un buen número de ideologías que determinaron no sólo la política, sino también la espiritualidad de la gente. Nos referimos al comunismo, socialismo, anarquismo, fascismo, liberalismo, conservadurismo, feminismo, nacionalismo y ecologismo. Algunas de estas ideologías intentaron manipular, reemplazar o eliminar las creencias religiosas de la gente.

Terminadas las guerras napoleónicas, se celebró el Congreso de Viena en 1815, cuya principal tarea fue «restaurar» la situación anterior a la Revolución. Comenzó así un período de cierta estabilidad política y social co­nocido con el nombre de «Restauración». A nivel político, pudo recuperarse algo del sistema anterior, aunque los partidos liberales lograron dar continuidad a las ideas revolucionarias. Pero a nivel social no se pudo recuperar la mentalidad prerrevolucionaria, pues la gente ya no comprendía ni admitía los privilegios y prebendas de la aristocracia y la Iglesia.