El Gótico y las ciudades / siglo XIII

El Gótico surge con la nueva Europa urbana de las ciudades junto con una nueva espiritualidad. Nacen las órdenes mendicantes actualizando la vida religiosa


La Europa urbana del siglo XIII supuso un nuevo reto para la Iglesia, pues cada vez había más personas cultas y libres que, además, habían oído hablar del Jesús de los evangelios gracias a las noticias llegadas de Tierra Santa. Si hasta entonces el buen cristiano debía someterse ante el poder de Jesús Pantocrátor, en esta época pasó a identificarse con su Cruz redentora.

Asimismo, se exigió coherencia evangélica al clero y a los religiosos. Pero difícilmente podían ofrecer un buen testimonio los sacerdotes diocesanos –pues estaban escasamente formados y, a veces, su comportamiento era poco edificante–, los canónigos –que vivían cómodamente encerrados en sus dependencias– ni los monjes –cuyas ricas abadías estaban situadas en medio del campo y, por tanto, lejos de la gente–. Debido a ello, el Espíritu Santo suscitó una nueva forma de vida religiosa: la mendicante, que situó sus conventos en medio de las ciudades y animó a sus frailes a salir de la clausura para pedir limosna y predicar el Evangelio.

¿Por qué ganan importancia las ciudades en el periodo gótico?

En el Románico vimos cómo en los siglos XI y XII los burgos, que eran grandes recintos amurallados, fueron tomando importancia porque en ellos se instalaban comerciantes y artesanos que los convertían en influyentes centros económicos. El crecimiento de los burgos dio lugar a las ciudades y a la incipiente clase burguesa. Pues bien, llegado el siglo XIII la importancia de las ciudades era tal, que podemos hablar de una nueva Europa urbana, muy diferente a la Europa feudal del siglo X.

Del predominio de la sociedad rural e inculta del campo, se pasó en esta época al predominio de la sociedad relativamente culta y pudiente de las ciudades. En éstas no regía la mutua fidelidad que unía al señor con sus vasallos. Los vínculos que unían a los gobernantes con los habitantes libres de las ciudades eran la legislación y el dinero: el rey redactaba unas leyes que permitían a los comerciantes y artesanos instalarse en sus ciudades y, a cambio, éstos pagaban unos impuestos. Gracias a la formación de gremios según los oficios, los comerciantes y artesanos consiguieron organizarse y defender mejor sus derechos, y así, poco a poco fueron teniendo más poder y prestigio social.

¿Qué relación tenía el arte gótico con lo religioso?

Todo esto produjo un cambio en la espiritualidad del pueblo fiel que se vio reflejado en el arte, pasando del estilo románico al gótico. Pero también tuvo una consecuencia muy negativa: la difusión de herejías, pues la Iglesia de comienzos del siglo XIII pasó por un momento de decadencia. Mientras el clero y las comunidades religiosas apenas predicaban al pueblo la doctrina cristiana, los predicadores itinerantes, muchas veces al margen de la Iglesia, acaparaban con sus bellas palabras y pobre apariencia la atención de la gente, formándose así movimientos heréticos.

¿Qué ocurrió en la Iglesia durante el Gótico?

La Iglesia tuvo que hacer frente a esta nueva realidad, y para ello fue fundamental el Papa Inocencio III (ca. 1161-1216). Sus dos grandes decisiones fueron: apoyar el nacimiento de las Órdenes mendicantes –lo cual suponía una reforma de la vida religiosa– y convocar el IV Concilio de Letrán (1215) con el fin de reformar la Iglesia en su conjunto.

Este Concilio instó a organizar la burocracia eclesiástica, animó a que el pueblo recibiese con frecuencia los sacramentos y promovió que el clero secular tuviese un comportamiento acorde a su condición. También pidió que se fomentase el estudio de la teología, que se predicase al pueblo fiel y que las comunidades religiosas viviesen pobremente: estas tres peticiones fueron asumidas por las nuevas Órdenes mendicantes. Además, el Concilio prohibió las ordalías o juicios de Dios. A partir de entonces se dirimieron los juicios siguiendo métodos racionales, sin necesitar que Dios –supuestamente– accediese a mostrar su parecer por medio de un elemento de la naturaleza.