La Iglesia latinoamericana

La Teología de la Liberación y la proliferación de Iglesias protestantes en Latinoamérica han moldeado la identidad religiosa de la región.


¿Cuál es el origen y propósito de la Teología de la Liberación?

El Concilio Vaticano II tuvo una significativa aplicación en Latinoamérica: la Teología de la Liberación, que busca liberar a las personas más desfavorecidas por medio del Evangelio. Tiene su origen en el documento redactado en la segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano celebrado en Medellín en agosto de 1968.

Los teólogos que desarrollaron esta corriente –el dominico Gustavo Gutiérrez, el jesuita Jon Sobrino, el franciscano Leonardo Boff, etc.–, tras haber estudiado en Europa una teología muy influenciada por la Nouvelle Théologie, decidieron hacer un gran esfuerzo por desarrollar una teología adaptada a la realidad latinoamericana.

La Teología de la Liberación busca aplicar el Evangelio en el contexto social, cultural y político latinoamericano con el fin de conseguir, en la práctica, una verdadera liberación de los oprimidos.

Difunde el Evangelio por medio de comunidades de base, formadas por un pequeño grupo de personas que se reúnen para meditar textos bíblicos y reflexionar sobre cómo ayudar a los más pobres. Fuera del ámbito latinoamericano, las ideas de la Teología de la Liberación reforzaron la experiencia cristiana «revolucionaria» que a raíz de la Revolución del 68 se vivió en los países occidentales en los años 70 y 80.

Aporta un modo muy encarnado de hacer teología y de relacionarse con Dios

Durante esas dos décadas tuvo mucho éxito y difusión, pero después entró en declive por varios motivos. Por una parte, algunos de sus teólogos cayeron en excesos ideológicos de carácter marxista, que fueron rechazados y corregidos por la Santa Sede. Asimismo, la Teología de la Liberación se quedó aislada académicamente porque sus propios teólogos no aceptaron que se abriesen cátedras de esta teología fuera de Latinoamérica. Por último, la llegada de la posmodernidad, de la que hablaremos en breve, ha provocado una pérdida de interés por una teología tan idealista y utópica.

Pero es importante subrayar que la gran mayoría de sus teólogos se han mantenido fieles a la doctrina de la Iglesia y han aportado un modo muy encarnado de hacer teología y de relacionarse con Dios.

¿Por qué han proliferado las Iglesias protestantes?

Simultáneamente a la irrupción de la Teología de la Liberación, se produjo en Latinoamérica la llegada de muchas iglesias protestantes –evangélicas y pentecostales– procedentes de Estados Unidos. Esto ha provocado que, desde la década de 1970, el catolicismo haya perdido –y siga perdiendo– a muchos de sus fieles, que se pasan a estas Iglesias. Hay varios motivos importantes:

  • El catolicismo es percibido en Latinoamérica como una religión muy institucionalizada y clericalizada, donde los sacerdotes tienen un estatus social superior, mientras que las Iglesias protestantes a menudo son guiadas «carismáticamente» por personas del mismo nivel social y cultural que sus feligreses.
  • Asimismo, el catolicismo es visto por muchos latinoamericanos como una religión que, por costumbre, pasa de una generación a la siguiente. También se ve como algo cultural o, incluso, como un elemento folclórico. Sin embargo, la fe que transmiten las nuevas Iglesias protestantes se vive como un descubrimiento personal del creyente, para quien Jesús, o el Espíritu Santo, se hace presente en su vida.
  • Aparentemente, da la impresión de que el catolicismo le da una gran importancia al acatamiento de una férrea doctrina que se entiende poco y no parece que cambie la vida. Por el contrario, las Iglesias protestantes se apoyan –aparentemente– en la pura vivencia del Evangelio.
  • En las Misas católicas muchos latinoamericanos se sienten como una masa que se limita a ver y escuchar pasivamente unos ritos, oraciones y sermones que apenas les transmiten nada. Sin embargo, esas mismas personas sienten que participan activamente en las celebraciones evangélicas o pentecostales, y en ellas creen experimentar fuertemente la acción de Dios.

Ciertamente, es preciso aprender de los elementos positivos que ofrecen las Iglesias evangélicas y pentecostales. Pero también hay que tener en cuenta que, desgraciadamente, debajo de sus ritos y celebraciones hay en muchas ocasionas un gran engaño psicológico, económico y, sobre todo, espiritual. Y algunos de sus líderes son personas fanáticas de escasa moral y dudosa religiosidad.

En muchas ocasiones, estas Iglesias pecan de un abusivo proselitismo –invitando a dejar el catolicismo a los que ellos ayudan materialmente– y un prepotente anticatolicismo –por medio de emisiones de radio y televisión–. Y resulta desconcertante –y descorazonador– ver cómo, en la actualidad, las Iglesias evangélicas y pentecostales se hacen llamar popularmente «Iglesias cristianas», frente a nosotros, que nos definen como «católicos».

¿Cómo ha respondido la Iglesia católica a estos desafíos?

Los Papas y los obispos están haciendo un gran esfuerzo por contrarrestar la atractiva imagen de las Iglesias protestantes, alentando a las comunidades eclesiales a mejorar su vivencia de la fe, pues Jesús se hace realmente presente en nuestras vidas cuando participamos de lleno en la espiritualidad de la Iglesia católica.

El Papa Francisco conoce muy bien este problema, pues es latinoamericano, lo cual explica el contenido tan pastoral y vivificante de sus escritos, y la sencillez y cercanía de sus palabras y gestos, que tanto gustan al pueblo fiel. De cara a mejorar nuestra vivencia de la fe, es muy recomendable prestar atención a su exhortación apostólica Evangelii gaudium (2013).

Igualmente, la Iglesia católica se esfuerza por entablar con todas las otras Iglesias un fecundo –y difícil– diálogo ecuménico encaminado a alcanzar, algún día, la tan deseada unión de los cristianos.