Los Padres Apostólicos, discípulos de los Apóstoles

Los Padres Apostólicos, discípulos de los Apóstoles, defienden a la Iglesia, explican la madurez espiritual o incorporan el platonismo.


Tras los autores de los textos del Nuevo Testamento, fueron surgiendo otros que habían sido discípulos de los Apóstoles y habían recibido de ellos la Buena Noticia. Se trata de los Padres Apostólicos, cuyos escritos se sitúan en la segunda mitad del siglo I y en el siglo II.

¿Quiénes fueron los padres apostólicos?

Hemos citado la Carta a los Romanos y la Carta a los Efesios de san Ignacio de Antioquía (ca. 35-ca. 107) –quien también escribe otras cinco cartas en su traslado a Roma– y la Carta a Diogneto, de autor desconocido. También pertenecen a este grupo san Clemente Romano († ca. 102) y textos como la Didaché, la Epístola de san Bernabé y El Pastor de Hermas.

Tras ellos, surgió un grupo de autores que intentó defender a la Iglesia de los ataques que sufría por parte de los paganos. Son los Padres Apologistas: San Ireneo de Lyon (ca. 130-202), Tertuliano (ca. 160-ca. 220), Novaciano († 258), San Cipriano de Cartago († 258), etc.

Otros Padres de la Iglesia trataron de «traducir» la fe cristiana al lenguaje del pensamiento griego con el fin de inculturarla en el mundo grecorromano y enriquecerla. Entre ellos podemos destacar a san Justino (ca. 108-ca.166), san Clemente de Alejandría (ca. 150-215) y Orígenes (ca. 185-254), del que hablaremos a continuación.

¿Quién fue y que defendía Orígenes?

Este autor fue director de la Escuela de Alejandría, alcanzando con él un gran nivel teológico. Tuvo problemas con el obispo de esta ciudad y fue ordenado presbítero en Cesarea, lo que le trajo aún más complicaciones. Murió a causa de las lesiones que le causaron las torturas a las que fue sometido en la persecución romana contra los cristianos.

Orígenes, siguiendo los pasos de san Clemente de Alejandría, hizo un gran esfuerzo por introducir en la teología cristiana todo lo bueno que tiene el pensamiento pagano, sobre todo la filosofía platónica. Dentro de su amplísima obra, se hallan escritos espirituales de gran importancia, como su comentario al Padrenuestro. Desgraciadamente, una parte de su pensamiento teológico no se ciñe a la doctrina de la Iglesia.

Los 3 niveles de la madurez espiritual

Uno de sus grandes aportes a la espiritualidad cristiana son los tres grados clásicos de la maduración interior. Según Orígenes, la Palabra de Dios queda impresa en nuestro interior de diferente modo, dependiendo de nuestro grado de madurez espiritual:

  1. El principiante sólo es capaz de captar lo que literalmente dicen las Escrituras. Su ascenso hacia Dios consiste básicamente en esforzarse en vencer las tentaciones e impulsos que le alejan de Él y en actuar moralmente según la divina voluntad.
  2. El avanzado capta lo inteligible que hay en las Escrituras y contempla fácilmente a Dios en sus criaturas, descubriendo así la banalidad de éstas respecto a su Creador.
  3. El perfecto llega a alcanzar el contenido espiritual más profundo de las Escrituras y no necesita ninguna mediación para contemplar a Dios, pues su espíritu se ha unido íntimamente a Él, alcanzando el matrimonio espiritual con su amado Esposo.

Según Orígenes, es necesaria la ayuda de la gracia divina en los tres grados. Muchos autores espirituales se basaron posteriormente en ellos, aunque lo hicieron desde diferentes puntos de vista, o subrayando determinados elementos. Obviamente, también hubo otros autores que, sin oponerse a lo establecido por Orígenes, propusieron otros diferentes grados de madurez espiritual, pues la espiritualidad no es una «ciencia exacta», sino un saber vivencial.

El ascetismo y la mística en el camino espiritual

En todo caso, si bien todo camino espiritual ha de ser ascético y místico a la vez, los maestros espirituales cristianos consideran que los inicios son mayormente ascéticos, pues es el creyente quien, activamente, pone su propio esfuerzo personal para acercarse a Dios. Pero después, en la medida en que madura espiritualmente, su camino espiritual va pasando a ser más místico, pues el creyente, pasivamente, se va dejando llevar por el Espíritu Santo.

¿Cómo influyó el platonismo en el cristianismo?

Por otra parte, es importante subrayar que por medio de Orígenes y otros autores, la Iglesia se decantó por asumir la filosofía platónica como base para su teología. Y ello influyó mucho en la espiritualidad cristiana. La antropología platónica afirma que el ser humano está compuesto por el alma y el cuerpo, pero, erróneamente, lo hace de un modo dualista, pues considera al alma como un elemento bueno y al cuerpo como un elemento malo. Así, según esta forma de pensamiento, dado que el alma se asemeja a lo divino, es mucho más importante que el cuerpo, el cual es una especie de cárcel en la que ha de vivir el alma en esta vida.

¿Está de acuerdo la Iglesia con el dualismo platónico?

La Iglesia también considera que la persona tiene alma y cuerpo, pero no acepta el dualismo platónico, pues va en contra de lo que dicen las Escrituras. En ellas se afirma que el ser humano forma una unidad, de tal modo que todo él ha sido creado por Dios, ha sido redimido por su Hijo, es templo del Espíritu Santo y todo él, por gracia de Dios, resucitará y accederá al Reino celestial.

Pero hay que reconocer que, por influencia platónica, el cristianismo le ha dado generalmente más importancia a lo espiritual que a lo corporal. Incluso ha habido a lo largo de la historia ciertas espiritualidades rigoristas que han mirado al cuerpo con un excesivo recelo, como si fuese una mera fuente de impulsos pecaminosos y contrarios a la voluntad divina. Pero la Iglesia ha sabido superar estas exageraciones.

La Filosofía platónica y la espiritualidad cristiana

Pues bien, ha habido grandes autores que, venciendo ésta y otras dificultades, han empleado con gran sabiduría la filosofía platónica para enriquecer la espiritualidad cristiana. Dos claros ejemplos son Orígenes y san Agustín de Hipona (354-430).

Otros autores, sin embargo, no se han apoyado en la antropología platónica. Un ejemplo es san Ireneo de Lyon (ca. 130-202) cuya antropología se ciñe totalmente a la que subyace en los textos bíblicos. Curiosamente, este autor le da una gran importancia al cuerpo humano, del cual dice que ha sido hecho con «las dos manos creadoras» de Dios: el Hijo y el Espíritu Santo. Otro buen ejemplo es santo Tomás de Aquino (ca. 1224-1274), pues se basa, fundamentalmente, en la antropología aristotélica.