Modelos de Santidad

Los modelos de santidad en el XIX y XX son diversos van desde los misioneros y clero parroquial hasta los movimientos eclesiales y los institutos seculares


En esta época tan difícil para la Iglesia, el Espíritu Santo inspiró abundantes modelos de santidad: el apostolado juvenil, los Movimientos eclesiales, los misioneros, las nuevas Congregaciones apostólicas –muchas de ellas femeninas– y los Papas.

Además, hay que añadir al clero secular, los jesuitas y las órdenes mendicantes y monásticas, que resurgieron con fuerza en el siglo XX. Baste este dato: en los años 1960-1965 son más de 100.000 los religiosos que hay en Italia, así como en Francia y en España. Veamos algo de todo esto a continuación.

¿Cuál fue el papel de los misioneros en el cristianismo del siglo XX?

En el siglo XIX, mientras que la Iglesia se veía arrinconada en Europa por la nueva situación política que surgió tras el periodo revolucionario, en América, Asia y África se expandió enormemente, pues casi todos los Institutos religiosos, incluidos los monásticos, enviaron muchos misioneros. También lo hizo la Iglesia diocesana. Y esto continuó así hasta la década de 1970. La labor de la Sagrada Congregación para la Propagación de la Fe –de la Curia romana– fue encomiable.  Además, en el siglo XX nacieron en otros continentes nuevos Institutos religiosos con gran pujanza.

Un santo misionero de referencia es san Damián de Molokai (1840-1889), religioso belga de la Congregación de los Sagrados Corazones que anunció el Evangelio en Molokai, una isla de Hawaii donde abandonaban a los leprosos. Allí se contagió y acabó muriendo de lepra. Asimismo son muy significativos los muchos misioneros y laicos que murieron mártires en varios lugares de misión, como Vietnam, China y Corea.

También hubo misioneros en Europa. Mientras el pueblo sufría guerras, revoluciones y drásticos cambios políticos, muchos sacerdotes y religiosos se dedicaron a predicar el Evangelio por amplias comarcas durante meses y meses. En esta labor pastoral jugaron un papel importante las misiones populares que organizaba la Iglesia para formar religiosamente a los fieles cristianos en parroquias especialmente necesitadas de ello.

Muchos misioneros y laicos murieron como mártires en Asia

Cabe destacar a san Antonio María Claret (1807-1870), gran predicador, que llegó a ser arzobispo de Santiago de Cuba, confesor de la reina Isabel II (1830-1904) y fundó la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María y la Congregación de las Religiosas de María Inmaculada, comúnmente llamados claretianos y claretianas. A nivel teológico, los claretianos actualmente tienen un especial interés por el estudio de la vida religiosa.

Es asimismo ejemplar la labor de muchos sacerdotes seculares y religiosos que dedicaron –y dedican– su vida a predicar y acompañar espiritualmente a sus parroquianos. El gran modelo del clero parroquial es san Juan María Vianney (1786-1859), el llamado «Cura de Ars». Desempeñó su labor pastoral sobre todo por medio del sacramento de la Reconciliación.

Y hay que hacer una especial mención a la vida monástica. En tiempos tan complicados, muchas de sus comunidades se rehicieron y, con su vida de contemplación, trabajo y silencio, oraron para que Dios sostuviese a la Iglesia y le infundiese la gracia necesaria para predicar la Palabra a la nueva sociedad. Ciertamente, la vida monástica ofreció a la Iglesia y al mundo claros ejemplos de santidad. El más paradigmático es la carmelita descalza santa Teresa de Lisieux (1873-1897).

En Inglaterra surgió el edificante Movimiento de Oxford, constituido por un grupo de pensadores y clérigos ingleses que se pasaron a la Iglesia católica ante la decadencia espiritual de la Iglesia anglicana. En aquellos tiempos del Imperio Británico, que era oficialmente anglicano, fue un paso muy valeroso. A la cabeza de ellos se encuentra el beato cardenal John Henry Newman (1801-1888), hombre volcado en el estudio de la teología, sobre todo de los Padres de la Iglesia, que se dejó guiar dócilmente por las mociones del Espíritu Santo, convirtiéndose en una gran referencia para muchos.

En Francia surgió en el siglo XX una corriente espiritual que podríamos denominar de «la pequeñez». Sus referencias más significativas son: la pequeña santa Bernadette de Lourdes, santa Teresita del Niño Jesús –es decir, santa Teresa de Lisieux– y el hermanito Carlos de Foucauld (1858-1916), fundador de una amplia Familia espiritual que lleva su nombre.

Esta espiritualidad se extendió por Francia y dio lugar a diversos Institutos religiosos en los que sus miembros son llamados «hermanitos» o «hermanitas». Los elementos fundamentales de su carisma son su extrema humildad, pobreza y entrega caritativa. Esta espiritualidad, que todavía no es muy conocida a nivel global, está siendo difundida actualmente por la Familia Carlos de Foucauld, las Hermanitas y Hermanitos del Cordero, las Hermanitas y Hermanitos de los Pobres y otras comunidades cristianas.

¿Cómo nacen y se desarrollan los Salesianos?

Durante este período hubo multitud de religiosos y laicos que se volcaron en la educación integral –tanto religiosa como académica– de niños y jóvenes. De hecho, surgieron muchas Congregaciones dedicadas a esta labor. A este respecto, destaca san Juan Bosco (1815-1888), fundador de la Pía Sociedad de San Francisco de Sales y de las Hijas de María Auxiliadora, es decir, de los salesianos y salesianas. Ellos son actualmente el tercer Instituto religioso masculino que cuenta con más miembros, tras los franciscanos –sumando todas sus ramas– y los jesuitas, y su espiritualidad ha sido –y es– muy influyente en la Iglesia. Vamos a ver a grandes rasgos cómo fue su proceso de fundación.

Don Bosco, tras ordenarse sacerdote con 26 años, se dedicó a la educación de numerosos niños y jóvenes que deambulaban por su ciudad natal, Turín, que era un importante núcleo industrial. Se acercaba a ellos por medio de juegos y regalos. Una vez que tenía su atención, les ofrecía una pequeña función religiosa y, por último, les predicaba con un lenguaje muy asequible.

San Juan Bosco predicaba con un lenguaje muy asequible

Debido al éxito de esta novedosa pastoral, fundó en 1846 el Oratorio Festivo y, tras ello, fundó las Escuelas Profesionales para que los jóvenes aprendiesen un oficio. Como consecuencia de su logro evangelizador, en colaboración con otros que se sumaban para ayudarle en esta valiosa labor, fundó en 1858 a los salesianos y en 1872 a las salesianas.

Para conseguir sobrevivir en el ambiente político de Turín, que era muy anticlerical, Don Bosco adaptó la terminología de sus Congregaciones a la que se usaba por entonces en el ámbito civil. Por ejemplo, al superior de una comunidad se le llama «director», al provincial se le llama «inspector» y al superior general «rector mayor». Dada la magnífica labor que desempeñaban las salesianas y los salesianos, pronto hubo autoridades civiles y eclesiásticas de otras regiones de Italia y del mundo que pidieron ayuda a Don Bosco, de tal forma que la Familia Salesiana se difundió con gran rapidez.

De su espiritualidad cabe resaltar su pedagogía, que da mucha importancia a la humildad, el trabajo, el optimismo y los valores humanos. Su método pedagógico se basa en la prevención de las faltas y el premio a las virtudes. Si es necesario reprender a un alumno, es mejor hacerlo mediante gestos o miradas severas, antes que con palabras duras u otros castigos más drásticos.

Don Bosco inculcaba a sus hermanos que el aula es un lugar privilegiado para encontrarse cada día con Jesús hecho niño o niña. A nivel teológico, los salesianos destacan en la actualidad como especialistas en teología pastoral.

¿Por qué surgen los Institutos seculares?

Tras los procesos revolucionarios del siglo XIX, muchas laicas y laicos, pertenecientes sobre todo a la burguesía y las clases medias, se animaron a suplir pastoralmente la carencia de sacerdotes y religiosos y, asimismo, asumieron grandes proyectos caritativos y educativos. Esto va a ser el germen de los Movimientos eclesiales, en los que las personas laicas son un elemento fundamental. Gracias precisamente a su carácter laical, estos Movimientos destacan por su gran capacidad para introducir el Evangelio en los más diversos ámbitos civiles.

Tienen la capacidad para introducir el Evangelio en los más diversos ámbitos civiles

El primero en surgir es Acción Católica. Se fundó en 1905 siguiendo las directrices del Papa Pío XI, a partir del asociacionismo católico que nace a mediados del siglo XIX. Su principal objetivo es emplazar a Cristo en el ámbito familiar y escolar.

Nueve años después, en el valle de Schoenstatt (Alemania), el sacerdote palotino José Kentenich (1885-1968), junto a un grupo de seminaristas de su Congregación, fundó el Movimiento Apostólico de Schoenstatt con el ánimo de evangelizar a la sociedad descristianizada, siguiendo el modelo de María.

En 1921 el laico Frank Duff (1889-1980) creó en Irlanda el primer grupo de la Legión de María, obra especialmente apostólica, que busca la maduración espiritual de sus miembros, siguiendo a Cristo por medio de su Madre. Y después han ido surgiendo otros muchos Movimientos. 

Algunos de ellos adquirieron una estructura parecida a las Sociedades de vida apostólica salvo en un elemento muy importante: no tenían vida común. Por ello, con el fin de integrarlos canónicamente, el Papa Pío XII (1876-1958) promulgó en 1947 la Constitución Apostólica Provida mater ecclesia, aprobando esta nueva forma de vida. Son los Institutos seculares.

¿Cómo surge el Opus Dei?

Su fundador, san Josemaría Escrivá de Balaguer (1902-1975), se ordenó sacerdote en 1925 en Huesca. Dos años después se trasladó a Madrid para poder hacer el doctorado en Derecho Canónico, y allí se dedicó pastoralmente a la atención de pobres y enfermos.

San Josemaría comenzó entonces a constatar en su trato cotidiano con la gente, que todas las personas están llamadas a ser santas, y que la vida ordinaria puede ser un excelente camino para ello. Con ánimo de fomentar esta senda espiritual, fundó el Opus Dei en 1928, y a él se fueron sumando otros sacerdotes y, sobre todo, muchos laicos, que desde entonces han constituido la base principal de esta institución.

Tras la Guerra Civil Española (1936-1939) y la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) san Josemaría, por fin, pudo comenzar a expandir rápidamente el Opus Dei por todo el mundo. En 1950 obtuvo del Papa Pío XII su aprobación definitiva –como Instituto secular–, así como la de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, vinculada a éste y formada por sacerdotes diocesanos.

En 1982 el Papa san Juan Pablo II (1920-2005) erigió al Opus Dei como Prelatura personal, lo cual supuso el nacimiento de una nueva forma organizativa en la Iglesia, pues pasó a ser una institución cuyo «superior» es un obispo que no tiene jurisdicción sobre un territorio eclesial, sino sobre los miembros de dicha Prelatura.

Como hemos visto, el Opus Dei nació con la firme convicción de que todos estamos llamados a ser santos, lo cual es posible alcanzar en la vida cotidiana, viviendo cristianamente en familia, realizando dignamente el trabajo que tenemos asignado, colaborando con la Iglesia en su labor evangelizadora, sirviendo a las personas e intentando mejorar la sociedad.

Sus miembros, así como los de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, desarrollan su labor pastoral fundamentalmente en parroquias, colegios y universidades, ayudando a todos a ser buenos cristianos. En la actualidad, a nivel teológico, destacan por su estudio y desarrollo del tomismo.